Aquel dulce que nunca fue mío. Él nunca fue mío, pero siempre lo sentí mío, quizás seguirá siendo de esa forma. Pero ahora estaba ella, ella a su lado, se había convertido en una parte de él.
Y aquella parte de él odiaba, pero verlo sonreír a su lado mitigaba un poco aquel sentimiento, porque yo, yo amaba su sonrisa y cuando él sonreía, lo hacía yo también, por esa fracción de segundo olvidaba quién era la causa de esa sonrisa.
Pero al recordar aquella causa no podía hacer otra cosa que agradercerle por hacerlo sonreír a él. Aunque eso no cancelaba el dolor #